En el vocabulario popular, se suele utilizar la expresión: superar un duelo. Como si el duelo fuera un obstáculo enfrente de nosotros, un reto, que hay que superar, que hay que escalar y dejar atrás.
Los conocedores del campo de la pérdida solemos utilizar otras palabras: trasitar un duelo o sanar un duelo.
Vamos por partes:
Un duelo es el trabajo sobre el dolor (a nivel emocional-psíquico-espiritual) en el tiempo producido por una pérdida significativa.
El dolor producido por una pérdida podrá ser de mayor o menor grado (dependiendo del significado que le demos a la pérdida). Pero…¿qué será transitar un dolor? ¿Qué será sanar un dolor?
Lo primero que hay que tener en cuenta es el factor tiempo. No hay método breve ni atajo si el dolor es grande. Vivimos en una sociedad con prisas, en donde queremos resultados inmediatos, al instante.
Un duelo (vamos a hablar aquí de los duelos profundos) nos va a situar en otra dimensión del tiempo. Tiene su tempo propio, su ritmo. Va a pedir que abramos en nuestro quehacer cotidiano un tempo de escucha y de no hacer.
Pongamos el caso de un dolor físico: Todo el mundo asume que si te rompes un hueso vas a tener que hacer reposo después de haber puesto una escayola. La escayola en sí sienta las bases para que la propia sabiduría del cuerpo haga su trabajo. En la psique, en los procesos del alma sucede lo mismo: el alma se puede romper, y para recomponerla necesitaremos un tiempo de reposo, de no-hacer y observar…con una escayola psíquica que va a asentar las bases para que la propia sabiduria profunda nos transforme por dentro.
Un dolor de este tipo se transita y nos transita, nos pasa, traspasa y sacude por dentro y desde dentro. En muchos casos hasta la raíz, hasta los propios cimientos. Y nos transforma. El ser profundo del hombre tiene la capacidad de autosanarse.
Sanar un duelo no es curar un duelo.
Sanar tiene un significado más holístico, afecta al todo de la persona. Sana quien consigue asumir y liberar su pasado en una narración coherente. Sana quien es capaz de encontrar sentido a una pérdida que nos deja ante el absurdo. Sana quién, lejos de olvidar, consigue resituar los hechos acaecidos en la narración de su propia autobiografía.
Un duelo profundo tendrá una dimensión espiritual también profunda. Utilizo aquí la palabra espiritual en un sentido amplio: va a plantearnos preguntas sobre el sentido de la vida, de nuestra vida en concreto y de la vida más allá (o más acá ) de sí misma. Va a plantearte, a menudo, a cuestionarte quién eres, qué es el ser humano y cuál es el sentido (en tanto que significado y dirección) de tu vida.Y es posible (aunque no siempre) que se abran otras dimensiones del ser que antes ni siquiera hubieras imaginado.
Pero para que todo esto se dé, para que la propia psique encuentre su camino y se deje guiar por su sabiduría interna, tendremos que asentar una buena base (la escayola metafísica de la que antes hablaba).
Esa base pasa por un compromiso: la persona en cuestión deberá desear sanar, creer que la sanación es posible y luego tener la valentía de pasar a la acción en un trabajo terapéutico.
Esto que acabo de escribir me parece básico y me lo encuentro a menudo en las consultas: a menudo las mujeres que acuden a mi tras una iVE sienten que nunca más volverán a estar bien. Que no hay olvido, pero el recuerdo es demasiado doloroso. Entre esa imposibilidad de olvidar pero también entre esa imposibilidad de recordar sin sufrimiento se encuentran atrapadas en una especie de limbo donde el tiempo se ha congelado (“hace 2 años o 10 que aborté y, en el fondo, sigo en ese mismo día” dicen). Y creen que ya nunca saldrán de ese limbo. Desean sanar pero no lo creen posible. La sanación vendrá, ante todo, por un cambio de creencia: tendrán que creer que sí es posible, y luego iniciar un trabajo sobre ese recuerdo doloroso. La sanación vendrá por el reconocimiento de la pérdida (porque si hay dolor hay pérdida) y la expresión de los sentimientos que la acompañan, que en el caso de la IVE quedan totalmente invisibilizados. La sanación vendrá por el perdón (palabra que utilizo aquí en el sentido amplio de liberación del pasado, de soltar lastre) y por la construcción de un sentido, no sólo de la pérdida, sino también de un sentido vital y del propio valor como persona.
En último término, sanar va a ser despertar el amor que nos habita y que tal vez nunca supimos que siempre estuvo ahí, con nosotros, en lo profundo.
Un saludo, de korazón a korazón