Hace ya poco más de un año que inicié este proyecto. Llevaba gestándose unos años más. Su génesis, una experiencia: mi propio proceso de IVE. Su semilla, un sueño: escribir un libro que hablara del tema, más allá de lo ético y lo político. Sus raíces, mis inicios hará un año con la web. Y sus primeros brotes, los talleres y charlas que fui dando y las mujeres que conocí en el camino que confiaron en mi. Kora es aún una plantita que apenas asoma sus primeros brotes en la tierra. Una tierra hostil, seca…casi diría puro asfalto, porque poca gente quiere saber del tema, porque hay muy poca gente dispuesta a hablar, y porque hay mucho dolor y angustia no confesados. Hablar en primera persona del aborto voluntario supone destapar la caja de Pandora social que nadie quiere atender.
Este ha sido un año de aprendizajes, de crecimiento personal, mío y ajeno, de florecer yo superando mis propios miedos (¿seré capaz?) y de ver florecer a mujeres que se atrevían a hablar de sus experiencias y a sanarlas recorriendo el camino del duelo.
También fue un año de encontrarme con mis propios límites: hubo alguna mujer que llegó a mi consulta muy herida, con claros signos del llamado trauma post-aborto, con un cuadro psiquiátrico complejo que la IVE había detonado. Hay veces que no disponemos de las herramientas adecuadas para ayudar, en las que ves a la otra alma perdida en un infierno personal que la supera y te supera. Ahí hay que aceptar el límite, dejarlo en manos de otros profesionales que trabajan en el ámbito de lo patológico y lo psiquiátrico.
Un año intenso, un año de abrir más el korazón, para que trabajara con más manos y orejas, y de agudizar el cerebro, poniéndolo al servicio del primero.
¿Qué aprendí? Hubo cosas que ya sabía que fueron tomando más claridad, hubo nuevos campos que se abrieron para ser explorados, hubo nuevas preguntas, nuevos horizontes y el incremento de consciencia, por mi parte, de la dimensión espirtiual (entendida en sentido amplio) del duelo y también de su acompañamiento. En concreto aprendí:
- En la mayoría de los casos es un mito que un proceso de IVE se olvide. La mayoría de mujeres que me contactaron llevaban años (3, 5 o 10…) con un dolor a cuestas. Dolor que la culpa y su compañera, la vergüenza, convertían en sufrimiento. La desautorización de ese sufrimiento por parte del entorno y de la sociedad en general condena a estas mujeres a un aislamiento absoluto. Nadie se merece vivir así tantos años. En ese sentido, la mejor manera de «olvidar» es recordar, el recuerdo como un poner orden, el recuerdo desde el amor y no desde la culpa, el recuerdo como un nombrar que es un soltar y dejar ir.
- Los dos grandes caballos de batalla de la IVE son, precisamente, la culpa y ese aislamiento, el silencio que envuelve todo el proceso.
- Hoy en día existen muy pocos profesionales que puedan tratar de una forma adecuada el tema. Hay mucho desconocimiento.
- El proceso de la IVE afecta a mujeres de todas las edades y circunstancias. Se suele pensar en chicas jóvenes que no tienen recursos, pero las causas que llevan a un embarazo no deseado y las circunstancias que lo envuelven pueden ser muy variadas e infinitas, y afectar a una mujer a lo largo de toda su vida fértil. He conocido mujeres que habían abortado que tenían 20 años, pero también mujeres más mayores con más de treinta. Todas tenían sus historias y sus motivos.
- Las raices del aborto voluntario son profundas, ancestrales. Es un dolor que resuena de lejos. Que forma parte de ese “cuerpo de dolor” femenino del que habla Eckhart Tolle. Existe un dolor subconsciente que viaja a través de las generaciones y que forma parte de la memoria colectiva de las mujeres. Un dolor que pide ser escuchado y sanado. Cada mujer que atraviesa un proceso de duelo post-IVE y lo transforma, está ayudando a sanar ese “cuerpo femenino” del dolor, y esa sanación no es solo para ella, sino también para las generaciones que vendrán.
- A menudo me he preguntado por qué me emociona tanto mi trabajo. Trabajar acompañando el sufrimiento humano no es fácil, aunque , de una manera u otra, lo hice toda mi vida. Pero el hecho de tener que enfrentarlo a diario me hace preguntar cuál es el motor que impulsa mi camino. Llevo un año y ya he visto muchas lágrimas y escuchado muchas historias difíciles. Pero si me preguntaran, de korazón, qué siento cuando estoy con las mujeres que confían en mi diría que un respeto infinito por tanta belleza. Veo a la mujer en su belleza, más allá de su sufrimiento. Veo almas que quieren expresar su dolor y volver a la tierra legítima del “si mismas”. Veo a la “mujer salvaje” como diría Clarisa Pinkola aullando desde lo ancestral porque quiere ser escuchada, y porque lleva una sabiduría intrínseca que sabe que es capaz de sanarse. Veo a mujeres valientes que buscan un mejor futuro para ellas y sus familias.. Simplemente, veo amor o el despertar del amor que es, en definitiva, el despertar al que nos lleva un camino del duelo. Me siento privilegiada ser ser ese testigo silente que acompaña.
Un año y vuelve el verano y las estaciones siguen su curso. Verano para descansar, evaluar y volver planeando nuevos artículos y plantar nuevos sueños. ¿Un consejo? Desconéctate para conectarte contigo misma. Nos vemos en septiembre.
Un saludo, de korazón a korazón!