De “esta” sí vas a salir
De todos los miedos que te pueden atravesar después de una interrupción del embarazo es el miedo “a no salir de “esta” uno de los más comunes
A veces, han pasado ya cuatro meses…tal vez cinco, o un año…y sientes que el pozo no tiene fondo y el túnel parece un callejón sin salida.
Lo primero que te diría es que todo proceso de duelo implica un trabajo en el tiempo.
El tiempo, por si sólo, no cura las heridas, pero sí que es necesario el tiempo para que estas sanen.
El primer año después de una IE (interrupción del embarazo) es un año difícil y es normal estar mal. O como digo en mis sesiones y programas: “ahora, estar mal es estar bien”, es decir, que es normal sentirse mal y es sano, porque la pérdida es real y el dolor también…y estos tienen que ser sentidos, liberados y sostenidos.
Hazte una pregunta: ¿Del cero al diez, qué impacto ha tenido la IE en tu vida? Si es de ocho para arriba, el proceso de integrar la experiencia es largo.
Estás ante un camino de largo recorrido, donde cuenta mucho la paciencia y las expectativas realistas.
Todo duelo requiere tiempo, tiempo para sentir, tiempo para dolerse, tiempo para afrontar los conflictos que nos dejó (duelo en su definición de lucha), tiempo para no-ser, tiempo para habitar la incertidumbre más absoluta, tiempo para aprender a cuidarnos en lo básico, tiempo para hablar de lo sucedido (sobre todo, con personas que puedan sostenerte), tiempo para escucharte bien…
En la sociedad de la inmediatez, todo camino de largo recorrido se nos hace insoportable.
Pero esa sea tal vez una de las grandes invitaciones de los procesos de duelo: a ir lentas, a saber de los ciclos de la vida y de sus estaciones.
Y..no, no te vas a quedar ahí, donde estás.
Existe una fase aguda del duelo, y luego los páramos de la tristeza y de la desolación (acompañadas de muchas otras emociones).
La fase aguda pasa, aunque a veces la apatía que le sigue se vive de forma mucho más terrible.
Ahí es el momento de aprender a cuidarte y de buscar compañeras de viaje.
Todo duelo tiene una parte solitaria, única (te duele a ti), pero también es necesaria la comunidad y la tribu, o como mínimo una persona capaz de acompañarte en esta travesía. Ambos extremos de la ecuación son necesarios (el “yo” y el “nosotras”). Te puede acompañar un familiar, una amiga, una mujer que ha pasado lo mismo que tú, un terapeuta.
Y poco a poco…se transita la duelo.
Yo lo víví y lo he visto en cientos de mujeres que acompañé estos años:
Ellas estaban también en pozos profundos.
En túneles sin salida.
Al principio no creían mucho en mis palabras (parecidas a estas), pero sólo les pedía que tuvieran confianza en el siguiente paso.
La sabiduría del caminar, la sabiduría de los pies.
Hoy en día muchas pueden hablar con normalidad de sus experiencias. Tal vez aún les duelan, pero ya no sienten esa culpa tan terrible y despertaron una mirada mucho más amable hacia sí mismas y su pasado.
Hoy sólo quería regalarte esta esperanza y esta certeza que me acompaña: puedes salir de “esta”.
De korazón a korazón
