Sí, desenfócate para coger perspectiva.
Para coger altura. Aire. Para verte y ver las cosas de otra manera.
¿Qué quiero decir?
Al principio de mis acompañamientos me gusta sacar del foco a las mujeres que vienen a verme. Obviamente dependerá de cuánto tiempo hace que abortaron porque el acompañamiento es distinto si hace un par de días que todo sucedió o si hace un par de años o incluso 20 años. Pero si ya hace un tiempo de la IVE, me encuentro con mujeres enfocadas, como si se miraran a si mismas con un catalejo. El catalejo se centra en algo y elimina todo lo demás. Nos da una visión del detalle, pero amplificado, y borra todo el paisaje que rodea a ese detalle. El catalejo nos da una visón parcial, y en tanto que parcial, seguramente distorsionada de la realidad. ¿A qué realidad me refiero? A cómo se ven estas mujeres a sí mismas.
Se enfocan en unos aspectos muy concretos de su personalidad. Se sienten fracasadas, como mujeres, como madres, la culpa aparece por todos lados y las condena. Las aplasta. Y viven obsesionadas con esa “parte” de si mismas que sólo atinan a ver. Su foco es obsesión y es condena. “Soy una cobarde”, “Cómo puede?”, “soy mala madre”, “soy mala persona”…. En ese foco se enmarañan un montón de pensamientos que deberían ser tomados uno a uno, analizados y puestos en diálogo
Pero lo que me interesa, en un primer momento, no es entrar en esa maraña de culebras y serpientes que habitan en un alma atormentada, sino que esa alma, esa mujer pueda desenfocarse un poco y coger perspectiva. Seguimos con la imagen del catalejo: Si lo apartas, ¿qué encontrarás? De repente la parte se integra en un paisaje más amplio. De repente aparece un paisaje en el que aquello en que nos estábamos enfocando queda integrado y coge su tamaño. ¡Ojo! No desaparece, pero podemos ver más de lo que veíamos. ¿Cuál es la mirada que yo busco?¿ Cuál es la mirada que quiero que esa mujer que pasó por una IVE recupere? Quiero que recupere una visión más amplia (y acaso más amable) de si misma. Que más allá del aborto pueda verse y reconocerse en un paisaje interior más amplio y se vea en las cosas bellas, en las luces. A las sombras ya iremos, pero para ir a una sombra hay que llevar un poco de luz. Y esa luz empieza por tener una mirada más amable sobre quién eres.
Y esto va más allá del aborto. No somos conscientes de que el peor enemigo habita en nuestro interior. Acostumbramos a ser mucho más implacables y crueles con nosotras mismas de lo que seríamos con otras personas. Existe una saboteadora interna que constantemente te hace sentir que «no puedes», «no mereces», «no sabes»…Haz la prueba: intenta ser consciente, a lo largo del día, de todas las veces que te “machacas”. Apúntatelo en un papel, si quieres. Al final del día te aseguro que la lista puede llegar a ser larguísima. Y cuando ha habido una experiencia de aborto vivida de forma dolorosa, ese «machaque» se dispara.
Por eso te invito a que desenfoques. Haz una lista de las cosas buenas que crees que tienes (seguro que las hay), pregúntales a tus amigos, a la gente de tu alrededor qué es lo mejor que ven en ti. Hay un juego muy divertido (e interesante) que consiste en enviar un correo a tus amigos y conocidos y que te digan tres cosas (solo 3) buenas (solo buenas!!!) de ti. Te aseguro que te sentirás sorprendida y alagada. Toma nota si en seguida piensas: “sí, pero ellos no saben que…”.. Una cosa no invalida la otra.
Recupera perspectiva sobre quién eres. Desénfocate, aunque sea por unos segundos. Luego, habiendo visto todo el paisaje, podremos adentrarnos en la gruta de “lo que no se olvida”, pero recordaremos que esa gruta es sólo una parte del paisaje. No nos define en esencia como personas.