En no pocas mujeres que me contactan, preguntándome por información, a menudo me escriben o sueltan: “que quede claro que no me arrepiento”, en un tono a la defensiva y un tanto tajante. Como una de las falsedades del proceso de abortar es que “termina con el aborto médico en sí”, que luego se vuelve a “una vida totalmente normal”, el dolor que se puede llegar a sentir y del que nadie te habla se asocia directamente con el arrepentimiento. Y esto…puede ser así pero también puede no serlo. Al producirse esta asociación directa: me duele, no tendría que dolerme, eso significa que me arrepiento, todos los mecanismos psicológicos van a ponerse en guardia y a bloquear cualquier sensación de dolor, porque en el subconsciente dolerse es arrepentirse.
En estos casos siempre me mantengo a la escucha atenta y hago la diferenciación entre dolor y arrepentimiento. En la vida hay muchas decisiones que nos resultan dolorosas y que a pesar de todo decidimos tomarlas. Siempre pongo, salvando las distancias, el ejemplo del divorcio: una pareja se divorcia, y en algunos casos las personas implicadas lo celebrarán, pero en la mayoría dicha ruptura, separación y por lo tanto, pérdida de un proyecto de vida en común va a suponer mucho dolor sin que eso signifique que la persona en cuestión se arrepienta de su decisión. Lo mismo con una interrupción voluntaria del embarazo donde a menudo las variables psicológicas, morales y sociales que se manejan resultan confusas. A menudo va a ser una decisión difícil que va a generar mucho dolor (tanto en su toma como en su ejecución y consecuencias). El problema, como nunca me cansaré de insistir en estas páginas, viene dado por la falta de información sobre lo que implica el proceso de abortar y la falta más absoluta de apoyo. Eso hará que la mujer en cuestión viva su dolor como una clara señal de arrepentimiento, de un arrepentimiento que no está dispuesta a admitir, y por lo tanto, también acallará por todos los medios su dolor. Entraremos en duelos no resueltos y conductas autoculpabilizantes que no nos van a ayudar en nada.
Lo primero es saber que si decides interrumpir tu embarazo, estás manejando un material altamente sensible: todas las dimensiones de tu persona, tu propia salud y tu cuerpo, que en la mayoría de los casos es un cuerpo transido de cultura y creencias específicas. Lo más seguro es que vaya a doler.
Lo segundo es aprender a gestionar ese dolor (de aquí estos artículos y todo este proyecto de libélula y alas) y no añadirle más sufrimiento. El sufrimiento se añade con dos acciones: no queriendo escuchar el dolor, o entrando en círculos viciosos mentales que lo único que hacen es dar vueltas sobre un mismo punto o pensamiento, como la rata en su jaula. Nos convertimos en prisioneros de nuestros propios fantasmas.
Esta gestión del dolor lleva un tiempo. vivimos en un mundo lleno de prisas donde lo que importa son los resultados, los resultados rápidos y eficaces. Olvidamos que todo lo profundo, todo lo que se asienta en nuestro ser en lo profundo lleva su tiempo. Tiene su tempo propio que nadie puede acelerar. Gestionar el dolor es iniciar un proceso de duelo que lleva a la aceptación y reconciliación con lo vivido. A abrazar nuestras heridas para que estas se sanen.
Y por último cabe saber también que sí, que también puede caber el arrepentimiento. Tampoco son pocas las decisiones que tomamos en nuestra vida que, mirando para atrás, hubiéramos querido no tomar. También puede ser que el tiempo que todo lo transforma, que nos moldea y nos cambia, cambie nuestra forma de ver el pasado, y la persona que somos hoy poco o nada tenga que ver con la que en su momento tomó una decisión difícil donde las haya. En ese caso…¿qué hacemos? Pues lo mismo, iniciar un proceso de aceptación de nuestro pasado, de perdón. El perdonarse a uno mismo como acto de amor. Aprovechar ese sentimiento incómodo, no para quedarnos en él sino para utilizarlo como catapulta para ir más lejos y alcanzar cielos más altos. Porque toda crisis es una oportunidad que nos da la vida para avanzar.
¿Dolor? ¿Arrepentimiento? Mi consejo: escúchate, busca ayuda si es necesario, pero abraza lo que estés sintiendo y haz de ese abrazo un terreno fértil desde donde construir un futuro luminoso para ti y los que te quieren.
Un saludo, de korazón a korazón,