Al final, o será al principio, esto es mucho más que un duelo.
No va, sólo, de transitar un duelo (gestionar el dolor, resolver los múltiples conflictos que nos trae).
No va , sólo, de sanar. De sanar la experiencia a menudo impactante, traumática de la iE. Construida a menudo por la soledad en la que se vive, la violencia obstétrica de la que tan poco se habla en estos casos, la disociación que nos acompaña desde el minuto cero.
Tampoco va de un mero aprendizaje. Si fuera así…sería tan fácil, por muy complejo que nos pareciera. Las mujeres a veces llegan a los grupos o a las sesiones individuales queriendo saber qué han de aprender, porque eso les ayudará a dar un sentido al dolor. Pero no es tan fácil. No pasa, sólo por la mente
Va de todo esto, pero de mucho más.
En esencia va de morir. Y toda muerte es un renacer. Va de transformación profunda.
Va de parirse a una misma.
Tal vez el aborto sea una renuncia a dar a luz a un hijo para darnos luz a nosotras mismas.
Qué muere en nosotras?
Aquello con lo que nos identificamos previamente:
La buena hija.
La buena madre
La excelente trabajadora y profesional.
La mujer siempre disponible para los demás. Y que se olvidó terriblemente de quién era y qué necesitaba ella.
La mujer que vive según le enseñaron pero que no tiene ni idea de quién es detrás de todas las máscaras.
Y la IE a va suponer que esa identidad que nos construimos durante años para encajar, se rompe en mil pedazos.
A eso le llamo yo morir.
«Quien es esa que me mira a través del espejo?» La sensación es de no reconocimiento. De des-ubicación total. Ya no nos identificamos con quienes éramos antes de la IE, pero tampoco somos, aún, la mujer que esta experiencia nos está llamando a convertirnos
Pero tal vez sea ley de vida. Siempre hay en la vida un momento en el que nuestra identidad muere para que emerja un yo más auténtico.Esos momentos de muerte y renacimiento personales suelen llegar con duelos profundos (no sólo de iEs…también se dan con hecatombes personales varias: una ruina, un divorcio…).
Alguien dijo que en esta vida nacemos dos veces: cuando nacemos del vientre de la madre y cuando nacemos al espíritu.
El espíritu, entiendo yo, aquí, no es tanto la dimensión espiritual, sinó a una autenticidad profunda, que llevará si o sí, la huella de lo “espiritual” (ya le dedicaré otras cartas a este tema de la “espiritualidad”)
Cómo es ese nuevo yo más auténtico?
Ese yo se conoce en profundidad.
No lo tiene todo sanado (no es posible), pero aprendió a vivir con sus luces y sus sombras.
Sabe ponerse límites y aprende a elegirse cada día.
Está en contacto consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con lo Tanscendente (llámalo Unvierso, Vida, Dios).
Es humilde y lleno de una profunda compasión hacia los demás y hacia sí mismo.
Pero su humildad no la hace débil, sino poderoso.
Es un yo profundamente enraízado en su verdad.
Enraízado en su paz, proque sabe quién es más allá de todas las máscaras que no le definen.
No…esto no va de transitar un mero duelo, sino de morir y renacer a una versión de ti más auténtica, que siempre te estuvo esperando.
No una mejor versión.
Sino más auténtica.
Doy fe, acredito.
Pero toda transformación profunda tiene su tempo y sus necesidades a atender, también sus etapas
Te voy contando.
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