Instrucciones de lectura:
1.Busca un lugar tranquilo, tómate tu tiempo: te voy a contar un cuento.
2.Puedes leerlo o escucharlo en audio. (o ambas cosas)
3. Si lo lees, te sugiero que pongas de fondo su banda sonora: the song of the sea (de la película con el mismo título…puedes buscarla en spotify)
Sshhhh…empezamos, se apagan las luces, se escucha una voz…
“Un día Kora se despertó en un laberinto. Creyó que estaba soñando y se pellizcó. Pero no, no se despertó a su realidad cotidiana en la que vivía en una casita al lado del mar. Su vida se había transformado en ese laberinto. Sintió pánico, se aterró…se preguntó mil veces cómo había llegado ahí, por qué le había sucedido a ella, por qué se había metido en ese laberinto. Kora estaba paralizada. Las paredes eran húmedas y no había luz. Hacía mucho frío.
De repente, Kora escuchó a alguien llorar muy cerca. Y se encontró con Dolores.
-Hola, Dolores. Tú también estás en este laberinto?
-Sí! Llevo años aquí, y de alguna manera me he acostumbrado. Me he adaptado. Es el precio a pagar por lo que hicimos. No hay salida. La única que tenemos es aprender a vivir en este lugar horrible. Nos lo merecemos.
Kora miró a Dolores con tristeza. Demasiada desesperanza para su korazón anhelante. Al poco rato ambas escucharon un ruido de tacones y apareció Margarita, una chica que se veía alegre y contenta, muy maquillada y con una sonrisa de oreja a oreja un tanto impostada:
-Mira, ya llega esa loca- dijo Dolores.
-Hola Margarita…cómo te las has arreglado para vivir tan contenta en el laberinto? – Preguntó kora ansiosa por encontrar respuestas.
– Qué laberinto? – contestó Margarita.
– Este- replicó Kora tocando las paredes húmedas y frías de su cárcel.
– No existe, este laberinto, Kora! Las paredes, si las hay, son de cristal. No hagas problema donde no lo hay! Si te esfuerzas, llegará el día en que no verás el laberinto. Olvídalo.
Y Margarita se perdió taconeando por el pasillo lúgubre. Kora miró su figura partir con tristeza. Le pareció una loca, Margarita. Negar el laberinto no hacía que no existiera.
Kora volvía a estar sola, terriblemente sola.
Pasaron los días. No sabría decir cuántos porque el tiempo en el laberinto es relativo.
Una noche, cansada de su puro cansancio, al irse a dormir, empezó a poner atención a su respiración. Sentía cómo el aire entraba en su cuerpo y luego salía. Entraba y salía. Y sintió un extraño consuelo. Era tan agradable, Tenía sabor el aire, como a agua fresca de arroyo. Tenía un sonido, como el de las olas del mar. Y acunada por su propia respiración sintió cómo la invadía el sueño. Pero antes de cerrar los ojos, Kora imaginó y sintió cómo un rayo de luz le entraba por la cabeza y recorría todo su cuerpo .Sintió el calor de la luz recorrer sus venas, sus músculos, su corazón, su útero…trayéndole también, consuelo. Y así, acunada por su respiración y bañada en el calor de una luz misteriosa, se durmió.
Al despertar Kora se sentía distinta. Seguía en el laberinto. Pero algo había cambiado en ella. Ese día tomó una decisión que cambiaría su vida: decidió buscar una salida. Y para decidir eso, decidió creer que había una salida. No existían mapas que se lo aseguraran, pero Kora sintió que la única alternativa para ella, con su korazón anhelante, era buscar la salida de ese maldito lugar. No quería vivir ahí. Ni ella ni la gente que la quería se merecían que pasara el resto de sus días en esas mazmorras malolientas. Y recordó la mirada de un ser querido, esa mirada de amor con la que algún día alguien la miró…Y se dijo que debía intentarlo.
Kora no sabía ni por dónde empezar. Sólo tenía su determinación y su acto de fe .
Pero a veces las grande cosas sólo necesitan un primer pequeño gran paso.
Vivió los siguientes días cuidándose, cuidándose mucho, y recorrió el laberinto en toda su extensión. Por el camino se encontró con el hall de la culpa,al que siempre parecía que sus pasos la llevaran, con el cuarto de la ira, donde todo estaba roto, con el pasillo del miedo que no llevaba a ninguna parte, con el desván de las voces olvidadas, con el dormitorio de lo que hubiera podido ser, con el altar de lo perdido…Kora recorrió todo el laberinto, tuvo que enfrentar sus trampas pero a la vez encontró también recursos y amigos, y lo más importante, tuvo que aprender a hacerse amiga de si misma.
Pasó el tiempo, no sabría decir cuánto porque en el laberinto el tiempo parece detenerse. Y Kora cada vez se sentía más fuerte, más segura, más tranquila. No encontraba una salida, pero los muros, extrañamente, se iban haciendo más y más bajos, y cada vez entraba más luz en el laberinto, que empequeñecía día a día. Hasta que una mañana, Kora se dió cuenta de que, simplemente, dando un salto, podía salir fuera del laberinto. No sabría decir si esté empequeñeció o era ella la que se había hecho grande…pero de repente se encontró en la playa de toda la vida, y vió el mar inmenso desplegarse delante de ella, y sintió la luz del sol calentando su cara y escuchó la voz del viento dándole la bienvenida. Kora se sintió inmensamente feliz: volvía a estar en su vida, aunque ya no la veía con los mismos ojos.
Se giró y ahí estaba el laberinto, pero con la perspectiva de quien está fuera, lo veía ahora distinto, pequeño, sin suponer amenaza alguna. Sabía que siempre estaría ahí, pero ya nunca más volvería a vivir en ese lugar. E incluso pudo mirarlo con una mirada parecida al agradecimiento. El laberinto le había enseñado muuuuchas cosas, muchas lecciones. Pero por encima de todas a confiar y a amarse un poco más, un poco mejor. Vió su imagen reflejada en el agua y se vió distinta, también. Era el brillo en sus ojos de quién sabe, era la sonrisa insinuada de quién se sobrevivió a su propio laberinto e infierno personal. Era una luz parecida a algo que llamamos sabiduría, que es todo y es nada.
Aquí terminaría el cuento…pero Kora se acordó de Dolores y Margarita, y de cómo ellas seguían atrapadas en sus laberintos personales, víctimas de sus propios infiernos. Y Kora decidió que de mayor quería ser…buscadora de salidas para laberintos personales. Ella sabía que cada mujer tendría su laberinto único, no parecido al de las otras, pero también sabía que todos los laberintos tienen en común que son oscuros y de muros altos, y que quien se halla en ellos no ve salida. Kora se dedicó a investigar los laberintos de las demás y a susurrales, mientras dormían, que no se conformaran, que empezaran a caminar y que recordaran la canción del mar que las echa de menos y quiere que vuelvan a jugar con sus olas.»
Esto es solo un cuento, una fábula moderna, una ensoñación.
Pero en él te he querido contar muchas cosas. Tal vez, la más importante es el día en que kora decidió buscar una salida e imaginar que era posible. Sin esa voluntad ni ese acto de fe hoy Kora sería como Dolores, o como Margarita. Hoy Kora no me estaría susurrando su historia, para que yo te la contara.
Soy Eva Puig, buscadora de salidas para laberintos imposibles (tras un aborto voluntario).