No es verdad….

 

Otoño es una estación crepuscular. De claroscuros y de belleza en rojo y amarillo. Otoño es ambivalente en esta sociedad en que vivimos: por un lado es inicio (muchas seguimos con el calendario escolar, siendo el otoño estación de nuevos proyectos o de retomar los antiguos bajo nuevas miradas), y por el otro es final (terminó el desorden y la intensidad del verano y parece que todo vuelve a su cauce). Otoño tiene algo de nostalgia y algo de esperanza. Definitivamente, de recogimiento en la propia morada, exterior e interior.

 

Y en este recogimiento, observo mis apuntes y todo lo que queda por escribir y divulgar, por descubrir y compartir, en esta tierra extraña que es el proceso de la interrupción voluntaria del embarazo, donde casi todo el mundo se queda en la antesala de lo ético y lo político. Rememorando mis experiencias con las mujeres y los comentarios que me voy encontrando cuando hablo de este proyecto, me viene un sentimiento: me invade la indignación. Es una indignación sutil, como marea y no como tsunami, es un sentimiento vehemente de clara irritabilidad por toda la ignorancia que rodea el aborto voluntario. Porque muchos creen saber y en el fondo nadie sabe. Esa es la ignorancia más trágica: la que se cree que sabe. Muchos opinan y debaten sin tener la menor idea de la complejidad del tema, muchas mujeres afrontan este proceso con total soledad y sin herramientas para luego transitar su dolor, y muchos son los mitos sociales que perviven en el subconsciente colectivo. De esto van este artículo de los mitos y falsedades sobre el aborto voluntario. No, no es verdad…

 

No es verdad que la IVE (interrupción voluntaria del embarazo) sea un hecho que termina con el aborto médico. De hecho, en muchos casos, podríamos decir que ahí todo empieza. Subrayo “en muchos casos” porque, si has leído otros artículos míos, ya sabrás que las consecuencias de la IVE van muy unidas al proceso y sobre esa idea ya me he extendido en otros escritos. No es verdad que una IVE sea indolora. Si tomar la decisión fue, literalmente, un infierno de dudas, si el aborto médico fue una experiencia traumática (mujeres sufriendo dolores intensos a solas en casa, mujeres que me contaron que en la clínica se sintieron como si fueran al matadero)…luego va a haber consecuencias que nadie desde fuera reconoce (o que se toman como argumento partidista a favor del no al aborto).

 

No es verdad que el alivio experimentado después de la IVE es una señal de que “todo está bien”. Ese alivio puede existir o no existir. Pero lo que sí es cierto es que en muchos casos se da porque ya se tomó la decisión y ya se ejecutó. Cuando la mujer estuvo entre mil dudas sobre qué camino tomar, el hecho de haber tomado ya un camino, de dejar atrás esa tierra de nadie del sí y del no, hace que se sienta aliviada. “Ya está”. Pero no, eso no es verdad.  No estamos donde estábamos, como si nada hubiera pasado, estamos en la misma vida pero ya nada es igual.

 

No es verdad que una aborto se pueda olvidar. “Olvídalo” te dirán. A mi incluso me lo dijo mi ginecólogo, con la mejor de las intenciones, cuando después de mi IVE quise exponerle que no me encontraba bien. Si hay dolor, ese dolor irá llamando a la puerta porque quiere ser atendido, quiere ser escuchado. Porque nos trae un mensaje. Tal vez un mensaje de amor (no necesariamente de culpa). Y lo trágico es que luego iniciamos una carrera contra ese dolor para olvidarlo. Acallarlo. No sentir. No pensar. He escuchado a mujeres que después del aborto se pusieron a trabajar sin descanso, o que adquirieron hábitos destructivos (con el alcohol, con el sexo..). Después parece que todo es huida hacia adelante. Pero no es posible huir de la propia sombra. Siempre va con nosotros.

 

Pero tampoco es verdad que un “aborto nunca se supere”. En duelo no hablamos de superar sino de transitar, de acoger, de abrazar. Al dolor solo se le puede transitar si le damos espacio para que nos acompañe y nos deje su mensaje. De la tierra del dolor sólo salimos si nos quedamos en ella, desnudas de todo pero vestidas con la esperanza de que al final de la oscuridad vuelve la luz. Y es más brillante. En este sentido, la mejor forma de olvidar será recordar, pero recordar de forma amorosa y con mirada nueva sobre la que fuimos y la que somos. 

 

No es verdad, finalmente, la imagen estereotipada que se tiene de la mujer que afronta una IVE. Normalmente se tiene la imagen de una chica joven, adolescente que no tomó precauciones. Pero por mi experiencia puedo decir que la IVE afecta a mujeres de distintas edades y en todas las variables imaginadas: adolescentes, sí, pero también mujeres de 28 o 35 años, con precariedad laboral, o mujeres que ya son madres y rondan los 40 y no sienten que puedan volver a iniciar un proceso de maternaje. Mujeres de todas las edades y de todas las condiciones sociales. Tampoco es verdadera la etiqueta de irresponsabilidad con que la sociedad nombra a dichas mujeres. Sin ninguna excepción todas las que conocí eran mujeres con un alto sentido de la responsabilidad que precisamente optaron por el camino de la IVE por amor (aunque suene raro): por amor a las terceras personas implicadas o por amor a ese hijo al que no veían que pudieran darle las condiciones de vida que a ellas les hubiera gustado darles.

 

Todos estos “mitos” configuran una imagen social que pervive en el inconsciente y el consciente colectivo y que falsea la realidad, con su complejidad y sus infinitos matices. Seguramente tendrán que pasar generaciones antes de que una nueva conciencia social emerja en ese sentido y se puedan tender puentes de comprensión entre las mujeres.

Hacia ese futuro van estas palabras escritas en el presente, con la intención de construir ese futuro: aborto legal sí, pero también con toda la información y  con garantías de salud en todos los ámbitos (físico, emocional, mental y espiritual).

 

Un saludo, de korazón a korazón

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Eva Puig

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