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¿Quién aborta?
No es una pregunta banal. Por mi experiencia te diré que interrumpen su embarazo todo tipo de mujeres, de todas las edades, de todas las creencias, religiosas o no, de todas las profesiones, nivel social, educación y nacionalidades, mujeres solteras, mujeres con pareja, mujeres con marido e hijos...No hay un marco único, un perfil único de la “mujer que aborta”. Tal vez, lo más relevante a destacar sean las creencias previas al proceso. Parecería a priori que sólo abortan las que defienden el derecho a ello. Pero tampoco es así: me he encontrado hablando con mujeres profundamente religiosas que pasaron por una IVE, incluso mujeres que en su momento y en debates públicos atacaron el derecho a interrumpir un embarazo. En el otro extremos también me he encontrado a activistas pro-aborto que no se esperaban la situación en la que se encontraron después de sus IVES médicas. Algo común une a estas mujeres: la perplejidad que sintieron antes, durante y después de todo el proceso.
Si voy a mi historia personal recuerdo que mientras estaba tomando mi decisión fui a ver a una profesora de ética que había tenido en la facultad y que con el paso de los años se había convertido en una buena amiga. En ese sentido mi posición de filósofa y amiga de filósofos (algunos reconocidos y respetados en su ámbito com es el caso de esta mujer) me situaba en una posición privilegiada para reflexionar el tema ético antes de mi decisión. Recuerdo nuestra conversación serena en un despacho de la universidad..pero de todo aquello recuerdo unas palabras que tendrían que perseguirme meses después de mi IVE médica y que en su momento no entendí. Begoña me dijo: “tienes que tener presente las consecuencias…lo malo es que estas consecuencias no las puedes prever a priori”. Confieso que me sonó a chino. Como todo el mundo, no era ni remotamente consciente en aquél entonces de la complejidad de la IVE y sus sombras. Todo lo que sucedió después, las consecuencias (el dolor y el duelo) que son imposibles de predecir a priori, me hizo comprender a golpes de experiencia lo que mi querida amiga me quiso transmitir. No se puede prever cómo va a afectar el aborto a nuestra vida.
Vaya por adelantado que un aborto voluntario hace sufrir a cada mujer por distintos motivos. Cada mujer sufre por cosas distintas, a veces coincidirán y otras no. Además, cada quién sufre con una intensidad diferente a otra persona. Y también cabe contemplar que el sufrimiento tiene un fuerte componente temporal: no sufrimos igual a lo largo del tiempo ni por los mismos motivos (hechos que a veces no provocan sufrimiento, con los años sí lo hacen, y viceversa). El sufrimiento tiene un rostro particular, sufriente, con nombres y apellidos propios, y por eso es importante, en el proceso terapéutico, entender qué le sucede a cada mujer que me contacta, comprender y que ella comprenda, qué la hace sufrir y por qué.
Pero todas, sin exclusiva, pasamos por la perplejidad. ¿Qué nos dejó perplejas cuando abortamos?
En primer lugar, nunca imaginamos que viviríamos algo así. De algún modo, el aborto es debate, más acalorado o menos, de sobremesa y de parlamentos, sobre el que todas teníamos una opinión previa (y superficial). De algún modo siempre “abortaban las otras”. Y en ese mundo ideal de posibilidades y principios, teníamos más o menos claro qué haríamos en la situación si nos tocara vivirla (como un juego intelectual, porque “nunca nos sucedería a nosotras”). Muchas tenían claro que nunca abortarían, otras que, según las circunstancias, lo harían sin dudarlo. Todas, sin excepción, terminamos viviendo con una enorme perplejidad el hecho de afrontar un embarazo inesperado y toda la dificultad que comportó tomar la decisión, ejecutarla y luego vivir con ella.
Ya sabes, si me vas leyendo, que me encantan las etimologías, ese substrato histórico que encierran las palabras, por la luz que aporta sobre su significado. Per-plejidad viene del sufijo per– que indica «intensamente, completamente», y plejidad viene de plexos que significa «enredado». Una mujer perpleja es una mujer profunda e intensamente enredada. Confusa. Una mujer confusa es aquella a quién le cuesta entender lo que le sucede y distintas partes de sí misma se hallan enredadas y confrontadas. La perplejidad tiene algo que nos deja al borde del silencio. Aunque haya mucho ruido. Su rostro es el de los ojos muy abiertos y el de la mano tapando la boca… Abres los ojos porque quieres mirar bien, mirar más…aquello que tiene delante (tu propia vida) y que de repente no reconoces, y la mano en la boca porque es el gesto del silencio…lo que no entendemos nos deja sin palabras, balbuceando nuestros principios (tanto anti como pro abortistas) que quedaron caducos ante el peso de la propia experiencia y realidad.
En segundo lugar nos dejó perplejas la dificultad de todo el proceso. Abortar, en el imaginario social e individual, es algo simplificado, no somos conscientes de toda la complejidad que implica (toma de decisiones, IVE médica y duelo) y esa complejidad es la que deja en estado de conmoción a la mujer que aborta. Lo com-plejo (también enredado) nos deja per-plejas (enredadas). Es perfectamente normal que ante situaciones inesperadas y duras, multidimensionales y difíciles no sepamos cómo dirigirnos y nos encontremos perdidas y confusas. Es perfectamente normal. Lo que cabría variar es ese imaginario social e individual que no mira el aborto más allá del debate ético y político (que no dejan de ser importantes, pero que son la punta de un iceberg inexplorado y mucho más grande)
Finalmente deja perpleja la falta de información, tanto de parte de profesionales como de relatos al respecto, sobretodo en los países donde es legal y “normalizado”. En ese sentido la mujer que aborta se encuentra sola y enredada en una tierra de nadie donde apenas dispondrá de recursos para recorrer su duelo. O se la condena o no se la entiende (no se entiende su sufrimiento). En definitiva no se la escucha. Y al final ella termina por no hablar. Por suerte cada vez me encuentro más mujeres que no se callan. Algo está cambiando. Mujeres que dicen a corazón abierto «he abortado y me encuentro mal». Que cogen bajas laborales para tomarse un tiempo y des-enredarse, escucharse…y lo que es más importante, cogen las bajas sin excusas, explicando los motivos que las han llevado a sentirse mal. No quieren mentir. No quieren callar. Dentro de esta tierra de nadie (y de todas) que es el aborto voluntario empiezan a oírse voces en el desierto. Esas nuevas voces no añaden «me encuentro mal, no abortéis» (que eran las que antes se escuchaban). Sino que dicen «me encuentro mal…y quiero entender mi malestar, no quiero sentirme culpable de mi malestar, quiero respuestas, las mías, y no la de slóganes baratos y reduccionistas. Sí, hoy me encuentro mal, pero mientras me permita sentir, compartir y reflexionar sobre lo sucedido, sé que mañana me encontraré mejor».
Quiero terminar este artículo con un ejercicio. ¿Me acompañas? Mira la imagen y dime cuántos cuadrados ves:
16?
Vuelve a mirar
17?
Vuelve a mirar
21?
Vuelve a mirar…
Y así sucesivamente. Esto sucede con muchas cosas en la vida…pero en el aborto voluntario es especialmente significativo. A priori, vemos un par de cuadrados (ética y política)…pero cuando volvemos a mirar (y normalmente volvemos a mirar porque la vida nos llevó a ello) vemos más cuadrados, más aspectos que nunca imaginamos, más profundidad de campo. ¿Sorprendida?¿Perpleja? Esos aspectos ya estaban ahí, lo único que tú solo veías lo superficial…tú y toda la sociedad en general. Ganar en perspectiva, ganar en profundidad, es ganar en humanidad. Cuanto más somos capaces de ver, menos juzgaremos al prójimo ni a nosotras mismas.
En ese sentido la perplejidad es la antesala del volver a mirar, de plantear preguntas nuevas, Y las preguntas nuevas abren nuevos horizontes y nuevas realidades.
Mi trabajo va en la línea de generar esas nuevas perspectivas. Me dedico a descubrir «cuadrados». ¿Buscamos juntas?
(Por cierto…la respuesta final al ejercicio es…30 😉 )
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