Hoy me gustaría hablarte de espiritualidad.
Llamar al pan pan, y al vino vino…en lenguaje coloquial español.
Es una palabra que anda en boca de todo el mundo en esta nueva era un tanto banal.
Empecemos por lo que no es espiritualidad.
Espiritualidad no es hacer rituales (aunque no los excluye)
Tampoco es hacer afirmaciones que no pasan ni llegan al cuerpo.
Tampoco tiene que ver con un eterno aprendizaje de sanación (eso que tanto nos venden), que termina siendo una zanahoria puesta delante que nunca alcanzamos. De esto ya hablaré en próximas koraletters.
Espiritualidad no es algo alejado, superior, trascendental, que nos llena de una luz deslumbrante y de eterna buena vibra.
O al menos no en un principio.
La espiritualidad es algo inherente al ser humano.
Somos seres ya profundamente espirituales, aunque a menudo ignorantes del propio espíritu.
Como San Agustín dijo con el tiempo, yo podría afirmar que “sé lo que es lo espiritual , pero no puedo definirlo”.
Lo espiritual se queda en el ámbito de lo inefable (de lo que no se reduce a mera definición), pero es profundamente experiencial.
Lo espiritual no es cuestión de fe, sino de experiencia.
Lo espiritual tiene que ver con la dimensión energética inherente a todo lo material (materia es energía, que decía Einstein).
Lo espiritual tiene que ver con una conexión profunda con una misma, con los demás, con toda la creación y con un principio universal, llámalo Dios, consciencia…o como dice el Dc Sanz Supraconciencia.
Lo espiritual es de una sencillez apabullante: es una mirada de amor sin juicio. Es Paz. Es Silencio en mayúsculas. Es hogar. Un espacio inocente. Donde todo es nuevo, bello y verdadero.
Hay experiencias profundamente espirituales.
Hay vidas espirituales (la de los santos, los iluminados, los místicos de todas las épocas).
Y hay llamados espirituales.
Los llamados espirituales no acostumbran a venir con olor a rosas e incienso.
Suelen aparecer como noche oscura del alma.
Como duelo muchas veces.
Todo se desmorona. Incluso nuestra propia identidad.
Ahí es donde la interrupción del embarazo resuena como un duelo único porque pocos duelos como este nos rompen y nos vuelven extrañas a nosotras mismas.
Todo llamado espiritual tiene una dimensión horizontal ( te preguntas por quién eres, cual es el sentido de tu vida, y el sentido de la vida en general) y una dimensión vertical (te preguntas por el más allá, si somos solo materia).
El duelo por aborto te tiene que llevar a un renacer espiritual o no será.
Y renacer espiritual no suena de nuevo, a incienso y música celestial, sino que pasa por mirarte con honestidad en el espejo de tu alma, conocerte en profundidad en tus heridas y patrones y aprender a amarte sin condiciones.
El renacer espiritual es algo tan sencillo como aprender a mirarte desde una profunda amabilidad, consideres tu decisión un error o no.
Un abrazo profundo, de korazón a korazón,