El aborto voluntario puede ser una experiencia de difícil tránsito.
Cuando causa dolor y lucha (las dos áreas a las que nos evoca e invoca la palabra duelo) nos enfrentamos a lo que yo llamo el Everest de los duelos.
Por muchas razones ya explicadas, pero una de ellas, y no menor, es el hecho que el tomar esta decisión tan compleja y estigmatizada, va a enfrentarte como pocas decisiones a creencias profundas de tu inconsciente.
En otras palabras, el aborto dispara como pocas experiencias, la culpa, y la culpa por ser quien eres ( o como te autopercibes): egoísta.
Las narrativas que te tachan de egoista por haber decidido interrumpir tu gestación y que te dicen (en voces externas o internas e interiorizadas) que sólo pensaste en ti…son fáciles de desmentir.
No fuiste egoísta, porque nunca pensaste solo en ti.
Obvio que tú entrabas necesariamente en esa decisión, a veces desde el no deseo (y no traer a un hijo al mundo porque no lo deseas no es de egoístas, sino de personas responsables) a veces desde el no sentirte humanamente capaz de dar lugar a una maternidad (u una nueva maternidad en tu vida).
Nunca pensaste sólo en ti, también pensaste en ese hijo, y en tu pareja…y en tus otros hijos si es que los tienes. Nada cuadraba pero aún así, tenías que decidir (cuando no decidir es también decidir).
Pero aunque la lógica esté de nuestra parte, el dardo envenenado del egoísmo da en dianas mucho más profundas.
Seguramente creciste con patrones de excesiva complacencia.
Seguramente para ti “los otros antes que yo” era mantra.
Seguramente confundías autocuidado con egoísmo.
Seguramente atenderte la última era la mejor opción para que los otros te quisieran.
Seguramente no poner límites era la manera de mostrar que no eras egoísta (eso que en el fondo sí creías)
Al final, el aborto tocará ese patrón de fondo.
Hará tan insoportable la autopercepción de egoísta que, esta vez sí, deberás atenderla porque tus días son un infierno (sobre todo en las primeras etapas de la IVE, cuando pensamos constantemente y en blucle en lo sucedido bajo esa mirada acusadora e inquisitiva)
Un duelo no es una enfermedad que sanar.
Es una experiencia dolorosa y conflictiva que transitar.
Pero en este caso sí que pondrá de relieve patrones inconscientes que distorsionan tu imagen y minan desde siempre tu autoestima.
Esto requiere un trabajo terapéutico que en mis sesiones individuales y grupales abordo con hipnosis y trabajo de respiración y corporal.
Hay que bajar al cuerpo para calmar la mente.
Hay que respirar para poder liberar dolor y sostenernos en el mismo.
Hay que ir abriendo espacios en el inconsciente (con la hipnosis) para cambiar patrones que nos limitan y falsean.
Es en ese sentido, que si sobrevives al Everest, tu cuerpo , tu mente y tu alma habrán cambiado para siempre. Ya no te verás ni a ti ni a tu mundo de la misma manera. Pero ahora tu mirada estará libre de patrones negativos.
Me dejas que te acompañe?