Estamos ya transitando el verano. Esta estación de calor durante el día y de noches a la fresca y de charlas interminables con amigos que hace tiempo que no ves. Tiempo para sentirse un poco y dejar que el viento y el agua te acaricien la piel y con ella el alma. Vamos pues a redactar un post veraniego, de amigas tumbadas bajo una sombrilla con gafas de sol, y bebida refrescante en la otra mano. Un post para empezar a sentirnos ligeras de ropa y de equipaje.
Querida amiga…
El tiempo del duelo no es un tiempo, sino un tempo. El duelo tiene su universo propio, sus ritmos y sus vaivenes. Tempo cíclico como el de las estaciones: todo duelo tiene su invierno y su otoño, pero también su primavera y su verano. Y ni siquiera por ese orden. Es un poco loco, el tempo de duelo.
También hay algo obvio: el duelo duele. Y no hay otra. Tal vez te tomes pastillas para olvidar, antidepresivos, les llaman. Tal vez utilices una copa de más, o algo de más, en exceso. Pero por mucho que huyas, el dolor se pega como tu sombra. Sólo desaparecerá si te paras y lo miras: la sombra desaparece cuando la abrazas con tu luz.
Cuando el duelo se transita, nos descubrimos ante un nuevo e íntimamente extraño paisaje. Mírate al espejo, querida amiga, y seguramente ya no te reconocerás. Eres otra siendo, aparentemente, la misma. Háblale al espejo, escucha lo que esta nueva imagen de ti tiene que decirte. Seguramente te lo dirá en silencio. Tal vez ese sea el regalo que nos hace el duelo: nos volvemos más sensibles al silencio, a las palabras calladas, al latir siempre presente de la vida en todo su misterio.
Querida amiga… mira mucho el cielo, tan plagado de estrellas, Pasea por el mar, siente tus pies en contacto con la tierra y el agua, el aire tocando tu cuerpo y el sol calentando tus sentimientos. Vuelve al contacto con la naturaleza…esas palabras tan dichas pero tan verdaderas. Lugares comunes que lo son porque son universales, patrimonio de la humanidad. Si entras en contacto con los cuatro elementos sentirás como esos forman parte de ti: tú también eres tierra y aire, y agua y fuego.
Aprovecha todo ese potencial para transitar tu dolor. Mírate otra noche, al espejo, y despide a la que ya nunca serás, la vida esa entera que ya nunca podremos volver a ser. Mira a esa otra posibilidad de ti, puro sueño, con infinito amor y despídela. Un último abrazo y dile adiós. Este momento sagrado sólo tú sabrás cuando propiciarlo, o se propiciará él en ti cuando estés lista. Confía.
Esa gran palabra, querida amiga, confia, confia, confia…yo te la tatuaría en las alas, si pudiera. No hay nada en esta vida que no podamos sanar, si así lo decidimos. Porque la decisión es clave, querer salir con vida, y vida renovada, es esencial para transitar el duelo.
Y en la confianza mira hacia las estrellas y siente que alguien te sonríe desde el más allá. O será del más acá del korazón.
Querida amiga…vivamos ahora el verano que ya llegarán otros inviernos. Vivamos, simplemente.
Un saludo, de korazón, con sombrilla y gafas de sol,
PD: Yo también me voy de vacaciones. Espero verte si estás por Cataluña el próximo 23 de julio en el taller que voy a impartir en Barcelona. Te informo que voy a estar preparando durante estos meses, únicamente para ti, una herramienta a modo de diario íntimo que te va a ser muy útil para ir caminando tu duelo, una especie de bastón que, seguro, te ayudará mucho. Nos vemos a la vuelta en septiembre con nuevas e interesantes cosas!