En el artículo al corazón de la elección nos paramos a analizar de forma objetiva todos los elementos que hacían de la decisión de interrumpir el embarazo una decisión compleja y difícil donde las haya. Quiero escribir otro artículo donde analizaremos las razones que llevan a una mujer a verse en esa encrucijada. Pero más allá de todo esto, hay algo que está sumergido en la aguas profundas del subconsciente y que será causa de mucho dolor y de mucha angustia. Existe un denominador común a todas las mujeres que sufrieron con esta toma de decisión: el desgarro entre el deseo y el miedo.
Interrumpir un embarazo puede ser en muchos casos una decisión, o tal vez estaría apropiado decir una indecisión, dolorosa. Y lo es porque es desgarradora: nos desgarra por dentro. Un trozo de ropa se rompe porque hay dos fuerzas que tiran en direcciones opuestas. Un músculo se desgarra por un estiramiento exagerado. ¿Y el alma? ¿Puede el alma desgarrarse? Será que también puede romperse porque hay dos fuerzas, ambas muy poderosas que tiran de ella. En el caso de la IVE, nos encontramos con el deseo y con el miedo como dos titanes, que entran en contienda en el campo de batalla que es la propia psique (mente y emociones) en el momento de un embarazo inesperado.
Deseo de ser madre. Miedo a ser madre en este momento concreto, en estas circunstancias…o simplemente miedo a ser madre. El deseo de la maternidad y el miedo a la misma pueden ser dos fuerzas muy poderosas que se enfrentan en un corto espacio de tiempo y…ninguna gana, porque las dos, al tirar en direcciones opuestas, van a dejar un alma rota. La ambivalencia que tiene que afrontar la mujer en estas situaciones es máxima. El ir y venir del deseo al miedo y del miedo al deseo suele ser agotador. Y en ese agotamiento es fácil que se produzcan heridas.
Hablo de titanes porque estas dos fuerzas son muy poderosas: los miedos acostumbran a ser muy reales (la imposibilidad de un apoyo económico real o de un apoyo afectivo real para cuidar y educar a un hijo) pero también es cierto que el deseo de ser madre hunde sus raíces en el subconsciente de la mujer y es igualmente real y poderoso. Una mujer embarazada despierta fuerzas y sentimientos dormidos en lo profundo de su alma y que poco o nada tienen que ver con la razón y mucho con el corazón.
Después de la IVE médica, farmacológica o quirúrgica, habrá que atender ese desgarro. Y normalmente esa atención irá por el reconocimiento del deseo que había de ser madre. Por el sentimiento real que había de que, de algún modo, ya se era madre. Darnos razones, que pueden ser muy válidas y sensatas y responsables, para justificar que se interrumpió el embarazo, no acalla el dolor por un deseo que nunca se verá cumplido (podremos ser madres en el futuro, pero la maternidad a la que acabamos de renunciar, esa en concreto con ese hijo en concreto, no la podremos vivir).¿Qué hacer? Reconocer ese deseo, llorar ese vínculo roto, dejar salir la ira y la tristeza y la frustración que nos provoca esa pérdida, buscar apoyos donde podamos encontrarlos, encontrar recursos para encontrar un sentido a lo vivido y aceptarlo. Lo que no soluciona nada, sino que empeora a la situación es la negación de ese deseo, el decirse que «no fue nada». Eso simplemente bloquea todo el el duelo, enquistando la herida y evitando que se vuelva cicatriz.
Nada de todo esto es fácil, y menos cuando no hay aún suficiente información y concienciación social e institucional sobre lo que implica en la mujer el proceso del aborto voluntario. De ahí,el vuelo de esta libélula llamada kora. ¿Me ayudas a que vuele alto?
Un saludo, de korazón con K.