Dentro de tantas cosas desconocidas sobre la IE (interrupción del embarazo), esta es una de ellas: muchas veces, el aborto, lejos de cerrar para siempre la puerta de la maternidad…la abre de par en par.
Para la mujer que lo vive, la sensación es de locura total. De incoherencia profunda.
Qué está sucediendo en verdad? Tranquila, no estás loca.
Seguramente tenías muchas dudas antes del aborto.
Seguramente abortaste sin tener un “no” claro y presionada por las circunstancias.
Y a contra-reloj.
Te levantabas un día con el sí, y otro con el no.
Como muchas de nosotras, esperabas que esta indecisión perpetua se resolviera una vez el aborto fuera una realidad.
Y tú volverías a tu vida normal.
Pero no. Después del aborto, sin previo aviso, las cosas empeoraron.
Te encontraste con un dolor profundo
Un gran vacío.
Y múltiples fantasmas: tristeza, miedo, ira, culpa, vergüenza, apatía…
No te lo esperabas.
Y atribuyes este dolor a arrepentimiento. El “me he equivocado” parece ser el pistoletazo de salida de un deseo, cada vez mayor, de enmendar lo que consideras “un error”, con una maternidad rápida.
La queremos “ya”.
Y si además tu interrupción fue cerca o pasados los 40, interpretarás que te quedan pocas o ninguna opción para esa maternidad (primera, segunda o tercera) que anhelas.
Los motivos que te llevaron a abortar ya no existen.
Es mas, los invalidas por completo (no entiendes que fueran tan relevantes a la hora de haber tomado la decisión).
Qué está sucediendo?
En primer lugar, no estás loca.
Te costó decidir. Hubo una parte de ti que sí quería esa maternidad. Esa parte, después del aborto, será la que sentirá un dolor tan profundo que interpretará en seguida que se equivocó.
Esa parte levantará voz e ímpetu. No es racional. Viene del inconsciente profundo, ese que es un 90% de nuestra mente. El deseo de maternidad incrementado a mil por un dolor que nadie esperaba.
Te diría en principio que pongas el arrepentimiento entre paréntesis.
Que duela no significa que te equivocaste.
Que duela significa que importaba, que fue difícil, y que te rompiste por el camino porque no había “solución” buena.
Centrémonos en sentir, integrar, transitar el dolor…es decir, hacer el duelo, y luego ya veremos si nos arrepentimos o no.
Centrémonos en abrazar ese dolor para que el deseo que surge de él se atenúe un poco.
Para decidir más en paz si nos arrepentimos o no, y si queremos ser madres o volver a serlo.
Tú y tu futuro hijo, si es que este es el camino, os merecéis esa maternidad en paz.
Por otro lodo, si llega el embarazo sin haber procesado todo ese dolor, podrán suceder dos cosas: que vuelvas a abortar, porque sí, porque había razones de peso para hacerlo aunque tu no las validaras, y ahora volverán a aparecer con más fuerza, o que sigas con el embarazo, pero será una gestación teñida por la sombra de esa maternidad que no fue, y que tarde o temprano, deberás mirar con profunda compasión y abrazar.
Al final, siempre digo que hacemos lo que podemos.
Que no somos tan libres como nos pensamos, o que esa libertad se gesta a través del autoconocimiento y la acción, y estos sólo llegan muchas veces a través de derrotas y pérdidas.
Sea cual sea la situación donde estás, hazte un bastón donde apoyarte.
Que ese bastón esté hecho de paciencia (para andar un camino largo), amabilidad (para abrazar todas las sombras que la IE proyectó en tu camino) y esperanza (de que llegarás a nuevos paisajes vitales, más coloridos, más tuyos, más auténticos).
De korazón a korazón
